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REDES SOCIALES, LA MUTACIÓN DEL LENGUAJE

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10 oct., 201710 oct., 2017
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Hubo un tiempo en que la transmisión de mensajes de forma masiva necesitaba de una infraestructura complicada y costosa para la selección y elaboración de contenidos informativos, y tenía que contar, además, con un retardo temporal para la difusión de los mismos. Era el tiempo de la mecanografía, hojas de papel llenas de palabras que personas con los conocimientos gramaticales y tipográficos adecuados ordenaban de forma comprensible, manteniendo un lenguaje coherente con las normas de escritura. Pero la lengua es algo vivo que evoluciona adaptándose a las condiciones de usabilidad de las sociedades.
En las tareas que estaban “reservadas” a ese colectivo especializado, se instalaron las redes sociales, y con ellas desembarcó, potencialmente, toda la población del planeta para difundir sus mensajes. Mensajes que ya se pueden transmitir en tiempo real, con sencillas herramientas tecnológicas y a un coste mínimo. Sin embargo, la masiva incorporación de sujetos emisores ha provocado que el lenguaje se resienta; algo que tampoco es nuevo. Si volvemos atrás en la historia de la comunicación tecnológica, las primeras modificaciones lingüísticas vienen de la mano del telégrafo, un twitter primitivo que ya restringía las palabras debido a su coste. En 1992 comienzan a ser patentes las deformaciones en la escritura con el envío del primer mensaje de texto vía teléfono celular. Los cambios que se producen vienen marcados por la necesidad de crear abreviaturas para ahorrar caracteres con el fin reducir el coste de los mensajes de texto; así se registran las primeras: K (¿qué?), PQ (¿por qué?) y ¿? (qué pasa). A ello contribuyó más tarde la generalización del uso de Twitter, cuya limitación obligaba al usuario a expresar lo que pretendía decir en un máximo de 140 caracteres, lo que crea la necesidad de encontrar formas de resumir la idea, inventando abreviaturas como q?, pq?, tmb, vdd?, etc., que no responden a una corrección ortográfica, pero su uso se hace cotidiano y se aceptan.
 
En opinión de algunos lingüistas, no existe “lenguaje incorrecto” siempre que se use en el contexto adecuado y se respete su registro y su uso en la región donde se esté utilizando. El problema surge cuando esto se extrapola a otras regiones de la comunicación al margen de las redes sociales, cuya colaboración activa a la deformación del lenguaje habrá que valorar, ya que dichas redes sociales se utilizan a diario por millones de personas, y la rapidez, ansiedad o corrientes de escritura en la web, distorsionan el uso correcto de la sintaxis y la ortografía, hecho que, por otra parte, ya no escandaliza a nadie.
 
La comodidad y rapidez de la escritura olvida tanto las tildes como la puntuación, provocando incluso la desaparición de caracteres. Sin una puntuación correcta es complicado adivinar la entonación de los enunciados, y la distribución aleatoria de esos signos dificulta la respiración en la lectura y puede complicar la compresión del contenido.

De alguna manera, el lenguaje que han adoptado las redes sociales ha consistido en trasladar el habla a una “escritura oral”. La ortografía se descuida por comodidad o desconocimiento, se recargan mensajes con mayúsculas convirtiendo lo remarcado en griterío; algunas palabras pasan a ser monosílabos sonoros, incluso con una única letra, o la síncopa resultante de la eliminación de vocales, se pretende identificar un sintagma; se simulan onomatopeyas, como la risa, mediante caracteres o signos para indicar estados de ánimo, o se realizan alargamientos de palabras con la repetición de vocales o consonantes para remarcar la entonación enfática que se haría al hablar. Además, se incorporan emoticonos para dar un matiz gráfico a la conversación. Importa más que el mensaje llegue con rapidez, aunque recaiga en el receptor una tarea extra de reinterpretación, que el cuidado de la redacción y la observancia de las normas, que pasan a un plano residual.

En este nuevo escenario, las academias deben atender más a la evolución del lenguaje que a su pureza, porque si este no evolucionara acabaría perdiendo su función y dejaríamos de usarlo. Contrariamente a lo que se habría podido predecir con los avances tecnológicos, se ha pasado de un uso más oral de la lengua a uno más escrito; nunca se ha escrito tanto desde que existe el correo electrónico y se utilizan los chats, pero esta traslación se ha realizado con los vicios e incorreciones que se cometen en el habla.

La escritura global

Uno de los principales cambios que ha experimentado la escritura es que, con el apoyo de los avances tecnológicos, se ha hecho pública, extendida a todos los estamentos sociales. La forma unidireccional que tenía la escritura anterior al escenario digital, se ha instalado en una vía de doble sentido que permite al receptor interactuar en tiempo real con el emisor. Se ha producido un movimiento de traslación desde el monólogo al diálogo, saliendo de un mundo local para asomarse al balcón global que le ofrecen las redes sociales. Pero esa aldea global es tan grande o pequeña como se extienda la red de cada individuo, porque los movimientos se producen en círculos, ya que no siempre se comunica para todos. Las publicaciones en redes sociales se realizan, generalmente, para personas que tienen un interés común, con la tendencia a establecer diálogos de intereses afines, y eso genera argots propios, jergas independientes con las que la gente aparece en los timeline.

El lenguaje está condicionado no solo por la velocidad con que se envían los mensajes, sino por el medio que los trasporta, como indicaba McLuhan cuando decía que “el medio es el mensaje”. El medio no es neutro, y afecta tanto a la palabra como a toda la comunicación en general. Las ideas y usos de palabras cambian en horas, minutos, aparecen nuevos términos, nuevas connotaciones semánticas… No se puede negar que el desembarco de neologismos asociados a marcas, aplicaciones, sistemas, etc. y la incorrección en el lenguaje en internet nos acaba arrastrando y nos lleva a utilizar a menudo expresiones sin sentido. Abusamos de los anglicismos y del spanglish en comunicaciones de nicho. Si en nuestro idioma tenemos palabras para contar cosas, no tenemos necesidad de inventarlas; sin embargo, términos como followers, selfie, likes, influencers, instagramer, youtuber, blogger, etc. ya han colonizado las redes, empezando a crear una nueva ortografía coloquial para internet en los dispositivos digitales, que están cambiando la forma de leer. Citando de nuevo a McLuhan, hay que recordar que ya avisó al decir que “nosotros creamos las herramientas y luego las herramientas nos crean a nosotros”.

Las redes sociales son el nuevo escenario de actuación de las personas, y con la generalización de su uso han surgido nuevas formas de comunicación, provocando la aparición de nuevos usos lingüísticos antes jamás imaginados. Las mayores transformaciones han sido generadas por los nativos digitales, ya que sobre el uso de mensajería instantánea y redes sociales pilota la mayor parte de su interacción social, decantándose por un modelo de aprendizaje activo. Usan emoticonos para enriquecer la interacción virtual, simulando las características de una conversación oral-presencial, para representar emociones y llevan al máximo la economía del lenguaje, eliminando letras para hacer más “rápida” la comunicación. Utilizan un lenguaje virtual en base a los factores de moda que van apareciendo, con la finalidad entablar una conversación fluida y cotidiana, obviando la ortografía, la puntuación, las mínimas estructuras gramaticales y conceden gran relevancia a los sonidos de las letras, una prueba más de que el lenguaje digital tiende a asimilarse al oral. Corremos, pues, el peligro de que la escritura que se ve arrastrada por la moda haga que las personas ya no la utilicen solo allí, sino que la pasen a la vida cotidiana y la extrapolen a todos los ámbitos del lenguaje.

Las nuevas generaciones, como la Generación Z y los millennials, han nacido rodeados de aparatos tecnológicos que han aprendido a utilizar de forma intuitiva, convirtiéndose en nativos digitales con un control completo de las nuevas tecnologías, redes sociales, descarga de aplicaciones y búsquedas en internet. Con ellos, las redes sociales se han convertido en los últimos tiempos en una nueva forma de expresión, en la que se puede llegar a apreciar cierto toque personal y divertido en las reflexiones expresadas. Los adolescentes, por otro lado, buscan un sistema de comunicación grupal que les aleje de la vigilancia de los controles convencionales, para ello emplean acrónimos que pasan desapercibidos para quienes no los conoce, y así ocultan determinadas partes de su conversación. Estos acrónimos, que para los adultos aparecen como errores tipográficos y no los consideran importantes, cambian constantemente para no ser detectados, establecen códigos semánticos entre las partes que los manejan. La lista de acrónimos es extensa, variable según el grupo, variable con el idioma y muy volátil.

El error por norma

Como todo movimiento nuevo que surge, internet y las redes sociales tienen sus detractores, hay quienes pretenden alertar de que han acabado con la gramática, la han liquidado. De modo que se ha establecido una especie de barbarie sintáctica: “Si escribes así, si hablas así, es que piensas así, y si piensas así…” La situación puede ser preocupante si dentro de unos años desaparece la ortografía y la mayoría de las personas tanto jóvenes como adultas terminan adaptándose a los errores del idioma. Sin embargo, otros ven la web como un nuevo medio lingüístico más dinámico que el tradicional, aunque que le falte reposo, reflexión y adecuación a la gramática.

No obstante, es preciso plantearse hasta qué punto el cúmulo de errores gramaticales y ortográficos que inundan las redes sociales puede considerarse como una nueva forma de expresión fundamentada en el derecho a la libertad de expresión, o solo es una manera de comunicación más rápida y económica que pone de manifiesto las carencias del sistema formativo de la educación.

El mundo globalizado está acelerando la mutación del lenguaje y alimentando la irreflexión en la creación de mensajes y respuestas, creando, en ocasiones, una cascada de ideas carente de articulación en el discurso. El lenguaje es el reflejo del pensamiento, pero al pensar rápido, escribir por impulso y responder de manera casi automática se cae en una comunicación fugaz, sin trascendencia, con gran laxitud en las formas y un preocupante retraimiento de las normas, cuya alteración puede conducir peligrosamente a reinterpretación semántica, porque la distorsión semántica que la alteración de normas produce en la comunicación, el aluvión de mansajes destinados a la papelera, crea un ruido continuado que puede llevar a la desconexión del receptor de la comunicación.

Nadie puede negar ya que las redes sociales, como medio de comunicación, modelan el lenguaje y fuerzan al idioma a actualizarse. La incorporación, por ejemplo, de los emoticonos como método de expresión no significa una amenaza para el leguaje, sino que le aportan una carga emocional que complementa el discurso comunicativo. Los dibujos, verbos, palabras, abreviaciones y onomatopeyas, como la risa, persiguen una clara intencionalidad de imitar la oralidad del lenguaje. La ortografía no ha empeorado con las redes sociales, solo ha evidenciado a gran escala los errores, porque ahora las personas además de hablar, escriben, y la incorrección en la manera de hablar se refleja en esa escritura.

No existe una receta mágica para una adecuada comunicación escrita en las redes sociales, pero la clave para escribir correctamente en internet ya la dio hace tiempo Gabriel García Márquez:El único consejo que puedo dar para escribir bien en internet es saber escribir”.


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